*Un mapa que pertenecía al intelectual novohispano Carlos de Sigüenza y Góngora, elaborado por indígenas en el siglo XVI, es evidencia de que el centro urbano Tlatelolco fue fundado antes que Tenochtitlan
Desde el 19 de junio pasado se puede visitar el Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl, dios del viento, un monumento circular de 11 metros de diámetro y 1.20 de altura, que se encuentra al norte de la Ciudad de México en lo que será la Plaza Tlatelolco, un centro comercial que en su subterráneo ya ofrece esta ventana arqueológica con más de 650 años de antigüedad.
Este monumento, abierto a todo el público gracias a un acuerdo con el propietario del inmueble, fue descubierto por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en 2016, es una evidencia más de que en Tlatelolco coexisten el pasado prehispánico y novohispano con edificaciones modernas. La historia de esta antigua urbe sigue siendo un enigma y objeto de estudio permanente para arqueólogos e historiadores que poco a poco interpretan el papel que tuvo en la cuenca de México.
Uno de los principales puntos que aclaró la historiadora Clementina Battcock es que, a diferencia de los mayas, no se cuenta con ningún códice prehispánico que dé cuenta de la historia de los habitantes de la cuenca de México.
Aunado a esto, la historia de los mexicas-tlatelolcas está contada por los mexicas-tenochcas (de Tenochtitlan), y aunque los habitantes de ambas ciudades convivieron en el mismo tiempo y tuvieron los mismos referentes culturales, siendo casi hermanos con un mismo origen que data su llegada a la cuenca en el siglo XIII, toda la vida fueron rivales y vivieron en conflicto.
“Un mapa que pertenecía a la colección de Carlos de Sigüenza y Góngora, el intelectual novohispano más importante de la época, da importantes pistas de la fundación de Tlatelolco pues los mexicas relatan cómo migraron diferentes grupos de un lugar que se llamó Aztlan Chicomoztoc Teoculhuacan (que probablemente es un sitio imaginario que les sirvió como mito fundacional) en donde se observa el glifo que simboliza a Tlatelolco o Xaltelolco, lugar del montículo redondo de arena, mucho antes de la fundación de Tenochtitlan”, destacó Battcock.
Este mapa de Sigüenza y Góngora —en el que también aparece el glifo de un cerro con un chapulín que simboliza a Chapultepec, y se dibuja a la flora y fauna del lugar— se estima fue elaborado en el siglo XVI y desmiente las versiones que circularon hasta 1940 en las que se pensaba que había sido fundado primero Tenochtitlan y posteriormente Tlatelolco.
El único corpus que desmiente, para sorpresa de los historiadores prehispánicos, es este mapa de la tradición indígena en el que no hay norte, sur, este y oeste sino símbolos como referencias de los lugares que caracterizaban a cada comunidad.
La investigadora adscrita a la Dirección de Estudios Históricos del INAH comentó que otra fuente documental sobre el lugar es la versión de los indígenas que sobrevivieron a la conquista en la que ellos relatan su pasado pero que corresponden a la tradición novohispana. Un ejemplo de esos escritores es Alvarado Tezozómoc, descendiente de gobernantes tenochca, que en sus famosas obras, Crónica Mexicana, escrita en español, y Crónica Mexicayotl, en náhuatl, relata la historia de su familia.
“Su crónica es al estilo europeo y firma con su nombre, lo cual es curioso porque es único en el continente y habla de que indígenas que eran antiguos pipiltin o nobles en el periodo novohispano se adaptan y se dan cuenta de que es importante escribir para posicionarse en el nuevo régimen político. Tenemos tres exponentes magníficos: Alvarado Tezozómoc, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl —descendiente del linaje de Texcoco— y Chimalpain, indígena de Chalco-Amecameca”, indicó Battcock.
Tlatelolco fue el centro comercial más importante del México prehispánico, fray Bernardino de Sahagún documentó el impacto que tuvo el tianguis, los productos que se intercambiaban en el trueque, los lugares de donde éstos venían, y al cual asistían personajes como Moctezuma Xocoyotzin, tlatoani mexica, con un cargo similar al de gobernador.
“Sabemos que los pochtecas o comerciantes de Tlatelolco llegaban hasta Chiapas, Honduras, Guatemala… llevaban productos por diferentes lugares”, señaló la historiadora. Por su relevancia, su composición social era multiétnica, aunque gobernaran los mexicas-tlatelolcas. Es interesante resaltar que Tlatelolco tuvo muchos barrios, los cuales aparecen registrados desde 1524 en las Actas de Cabildo con nombres en náhuatl, por ejemplo, el barrio de Cohuatlan.
A Tlatelolco se le representa como punto de comercio, pero también como un lugar en donde corrió sangre. El dominico fray Diego Durán documentó en la Historia de las Indias de Nueva España e islas de la tierra firme, la guerra entre Tlatelolco y Tenochtitlan. Debido a que no se logró una alianza matrimonial después de la batalla, Tlatelolco siempre estuvo sujeto al poder de Tenochtitlan.
En los códices Mendoza y Cozcatzin se representa la caída de Moquihuix, señor de Tlatelolco, con los ojos cerrados en señal de que murió y sus dos teocalli o templos se dibujan en llamas como metáfora de que su centro fue vencido.
En el mapa de Uppsala, 1555, se observa mucho más de cerca Tlatelolco, sus barrios, senderos, linderos, así como las nuevas iglesias o parroquias, mismas que sirvieron para diversos fines, como cuando a principios del siglo XX el templo franciscano Santiago Apóstol fue utilizado como prisión.
Muchas de estas fuentes se pueden consultar en la mediateca del INAH, comentó Clementina Battcock, especialista en fuentes novohispanas de tradición indígena durante la conferencia que dio a los jóvenes que participaron en la XII Olimpiada Mexicana de Historia, organizada por la Academia Mexicana de Ciencias del 24 al 27 de junio en San Miguel de Allende, Guanajuato.