La humanidad tiene dos retos ambientales en el siglo XXI para evitar un estado de inestabilidad para la vida: detener el incremento del cambio climático y la pérdida de la biodiversidad, lo cual es irreversible, advirtió Julia Carabias Lillo, profesora de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM e integrante de El Colegio Nacional.
En su participación en el Congreso de Bioética 2020 “Tormentas y tormentas: pandemia y calentamiento global”, organizado por el Seminario Permanente de Bioética del Programa Universitario de Investigación en Salud (PUIS) de la UNAM, señaló: “estamos pretendiendo controlar el planeta y no lo estamos sabiendo hacer”.
Al dictar –de manera virtual– la conferencia magistral “Alimentación sustentable para frenar el cambio climático” aseguró que “si seguimos con las mismas tendencias de desarrollo para 2050 se incrementará la temperatura de la superficie del planeta en tres grados Celsius, y para fin de siglo podrían extinguirse un millón de especies”.
De acuerdo con la especialista, las causas de ambos problemas son la alta demanda de energía en el mundo y de alimentos. En ese sentido, refirió que en 30 años más la población mundial será de 9.6 mil millones de habitantes. Además, para satisfacer sus requerimientos de alimentos será necesario aumentar 60 por ciento la producción.
“Existen 821 millones de personas en el mundo que viven en condiciones de desnutrición y esta tendencia se ha incrementado y se está agravando”, señaló.
Detalló que una tercera parte de los comestibles se pierde en la producción o se desperdicia en el consumo. Además, el cambio climático causa rendimiento variable en los diez principales cultivos del mundo, que van desde una disminución del 13.4 por ciento para la palma aceitera hasta un aumento del 3.5 por ciento para la soya, dando como resultado una reducción promedio de un tercio de las calorías consumibles.
Julia Carabias también mencionó que se registra incremento en el número de sequías y las inundaciones son más intensas, aunado a la deforestación.
“Más del 50 por ciento del planeta está deforestado por la producción de los cultivos que consumen dos tercios del agua dulce del planeta y usan agroquímicos contaminantes, además de que se promueve la ganadería extensiva”, señaló.
Fuera de la agenda mundial
Carabias destacó que el tema de la seguridad alimentaria no está en la agenda mundial para ser un proceso de planeación importante, pese a que es el objetivo dos de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, que se refiere a poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria, la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible.
Para lograr estas metas, opinó, es necesario modificar los sistemas actuales y promover cambios radicales en políticas integrales que consideran la degradación del suelo, la alteración del ciclo hidrológico, la pérdida de la biodiversidad y el cambio climático.
“Es un asunto de salud pública, de patrones de producción y consumo, de acceso y distribución de los alimentos, con toda la dimensión económica, social y cultural que esto significa”, señaló la experta.
Acciones urgentes
Carabias Lillo sugirió cambios en los sistemas productivos, es decir, bajos en generación de gases de efecto invernadero y promover la cero deforestación.
“Si sabemos que el 50 por ciento de la Tierra ya está alterado, tenemos que reducir los agroquímicos, regularlos y controlarlos; racionalizar el uso del agua para detener ese uso de las dos terceras partes que estamos utilizando y eliminar los subsidios perversos”, consideró.
Se requiere además eliminar la práctica de “roza, tumba y quema”, restaurar suelos, fortalecer la agroecología, el uso de semillas criollas y ofrecer asistencia técnica con acompañamiento profesional, subsidios, organización, tener una planeación regional, acortar las cadenas comerciales, producir en donde se consume y promover los mercados regionales. En el caso de la pesca, establecer un reordenamiento que implique una práctica responsable.
En cuanto a los mecanismos de consumo, implementar dietas saludables para la población y el medio ambiente, duplicar el consumo de frutas, vegetales, nueces, semillas y legumbres, reducir 50 por ciento la adquisición de carnes rojas, derivados de la leche y caña de azúcar; reducir los desperdicios e implementar una dieta diversificada.