*El éxodo de los desahuciados

En noviembre pasado, el partido Libertad y Refundación (Libre), al que pertenece el expresidente hondureño Manuel Zelaya, no reconoció los resultados de las elecciones presidenciales, se inició un conflicto postelectoral que creció y nadie midió las consecuencias.

El reprimir las protestas solo provocó la instalación de una mesa de negociación entre las partes en conflicto teniendo como árbitro a la Organización de las Naciones Unidas (ONU). No llegaron a ninguna parte. Esto abonó a la descomposición social del país centroamericano, hundido en una crisis financiera y de inseguridad.

Terreno perfecto para articular una crisis migratoria, no hay registros de ninguna caravana tan numerosa de hondureños con dirección a los Estados Unidos como la que se conformó el 12 de octubre.

Existen sospechas que los migrantes fueron convocados por Bartolo Fuentes, ex diputado del partido Libre. Las autoridades locales lo acusan de haber alquilado camiones para trasladar más compatriotas; el día 16 fue expulsado de Guatemala. Él negó la acusación y rechazó haber pagado a los que participaron.

Sin embargo, en su página de facebook aparece como uno de los convocantes y justificó la necesidad de que el éxodo fuera masivo como una medida de protección. Washington consideró que la oposición de esa nación intentó desestabilizar al gobierno hondureño.

La ONU estimó que son 7 mil 233 personas las que integran la caravana que marcha en territorio nacional rumbo a Estados Unidos. (Se calcula que el 60 por ciento son hondureños). A esto se añaden más de mil 500 que salieron de Honduras y están en Guatemala.

Apelando a experiencias anteriores, los ilegales podrían quedarse varados en las ciudades fronterizas mexicanas. Por lo pronto, mil 699 indocumentados han solicitado refugio al gobierno mexicano.

En este sentido, la oligarquía catracha teme que esto sea el inicio de una crisis política y humanitaria sin precedente en la región. Tienen razón, el 8 de enero, la Secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos anunció que daba por terminado el Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) para El Salvador. Con la idea de permitir una transición ordenada, ha decidido otorgar un período de gracia de 18 meses. La designación terminará entonces definitivamente el 9 de septiembre de 2019. Más de 200.000 inmigrantes podrían quedar sin un estatus legal.

En este contexto, el enojo y frustración invaden al Gobierno Federal que ha insistido que el paso de los extranjeros deberá ser por la vía legal, cuestión que fue desoída por las oleadas de hondureños que traspasaron la frontera mexicana. Nuestro país termina siendo receptor de la migración de los países latinoamericanos nuevamente. Aunque esta vez a la fuerza. La opinión pública está dividida hay muestras de solidaridad como de xenofobia. El ofrecimiento del presidente electo Andrés Manuel López Obrador, de garantizar trabajo a los migrantes fue aplaudido y también criticado.

El problema de fondo radica en que México ha sido hipotecado a los intereses extranjeros y no se sabe si el próximo gobierno será capaz de tener una política exterior que defienda los intereses de América Latina que nos dio prestigio y respeto internacional (más allá de que fue implementada por la dictadura priistas para lavar su imagen en el exterior y secundada por una minoría de izquierda ilustrada que jamás reflejó el verdadero sentir popular caracterizado por un nacionalismo de derecha) ó seguiremos los dictados de los Estados Unidos. Nuestro país ha deportado 436 mil 125 centroamericanos, del 2015 al 2018, cifra superior que la de repatriados desde el vecino del norte.

Esto se ve reflejado en los medios de comunicación nacionales que han analizado la cuestión desde el aspecto humanitario hasta las consecuencias negativas que traerá en la relación comercial con Estados Unidos. En cambio, el tratamiento de la prensa en los países centroamericano ha sido desigual: En Nicaragua no le prestan atención; en El Salvador aparece como un asunto en segundo plano; Hondura y Guatemala discuten sobre quién es el responsable del caos, en vez de buscar las causas que lo provocaron. Mientras, los medios estadounidenses se enfocan en el endurecimiento de las leyes migratorias y la reducción de la ayuda económica a los países de la zona. El debate tiene tintes electorales ante la cercanía de la elección de noviembre donde el tema migratorio determinará el resultado

¿El muro fronterizo que prometió en campaña Donald Trump, se ha convertido en un asunto de seguridad nacional ó se derrumbará antes de tiempo?

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