*El solitario de Palacio Nacional
La mayoría de las sociedades se mueven en un círculo 1) Expectativas puestas en un líder. 2) Frustración por no ver concretadas las acciones. 3) Catarsis a través de un chivo expiatorio. 4) Esperanza en un nuevo líder.
Esto es lo que aún no llega a comprender el Presidente de la Republica. Su ciclo casi termina y él lamenta que la población no valore los triunfos, desde su punto de vista lo más extraño es que no le agradezcan haber impulsado las reformas estructurales. Se siente incómodo e incomprendido. Se convirtió sin saberlo en el solitario del Palacio Nacional.
En sus últimos discursos deja entrever una añoranza por la pérdida del poder y un cierto dejo de amargura. Quizá esté viendo la realidad que procuraron ocultarle a lo largo de su mandato. El sistema presidencialista da un poder total, pero con la limitante de que cada seis años cambia de dueño.
A seis meses de que finalice su administración, regaña y desaprueba a los que piensan diferente a él. Enrique Peña Nieto aseguró que en materia económica los mexicanos nos “autoflagelamos” al decir que estamos mal. Recriminó a sus críticos que se niegan a reconocer que se construyeron las bases de un futuro mejor, afirmó que el país ha estado en una constante transformación con crecimiento, empleo y recuperación económica.
Apenas hace unas semanas había convocado a no votar con las vísceras, fue una clara alusión a Andrés Manuel López Obrador. Muchos electores sufragarán a favor del tabasqueño como una forma de castigar al PRI. Ahora bien, es necesario reconocer que Peña Nieto consiguió que su partido político retomara el poder después de 12 años de gobiernos panistas.
El problema del peñismo es que careció de una visión a largo plazo. Sus excesos los tienen cerca del abismo. El mandatario se equivocó al elegir como candidato presidencial a José Antonio Meade quien no tiene arraigo con la militancia, en vez de inclinarse por Miguel Ángel Osorio Chong. Los priistas pagan las consecuencias y están estancados en el tercer lugar de las encuestas.
A pesar de lo evidente, el presidente de la República no quiere darse cuenta que el ambiente electoral es de enojo, hay un deseo de cambio. A esto se añade un profundo rechazo a la impunidad hacia los casos de Oldebrecht, Higa, Oceanografía, OHL, etcétera.
Sin duda la Casa Blanca se convirtió en el símbolo de la corrupción que imperó bajo su sexenio. Tampoco parece querer reconocer que la pobreza aumentó y el crecimiento económico que presume fue insuficiente. Afirmó que la tasa de desempleo resultó la más baja de muchos años, pero los salarios son miserables.
Sin embargo, donde lo juzgarán con mayor dureza será en el aumento de la violencia, la guerra contra el narcotráfico se va perdiendo. Han sido tantos los agravios contra la sociedad que los golpes mediáticos de la autoridad no surten efecto.
Resulta lógico que no tuviera ningún impacto la detención de Rosalinda González Valencia, esposa de Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
En este contexto, el descarrilamiento de los trenes de carga, el robo constante de gasolina, los asesinatos contra la población civil que no se detienen, demuestran una cosa, los delincuentes ya no temen al Estado mexicano porque saben que lo tienen de rodillas.
Si al principio del sexenio alguien le hubiera dicho a Peña Nieto que posiblemente entregaría la banda presidencial a López Obrador, no lo hubiera creído. Paradójicamente el Gobierno Federal hizo todo lo posible para que la gente vote por el tabasqueño el próximo 1 de julio.