*El poder y… la sinrazón

 “El pobre pueblo, masa de siervos

dirigida por tuertos, se entregó a la

apatía de su desidia secular.”

José Vasconcelos.

Con esas palabras  Don José Vasconcelos en su “Breve Historia de México”, relata cómo se desarrolló la Independencia de la Nueva España, y en pocas palabras describe la “No” transformación de México, que seguiría siendo  por muchos años más, la misma Colonia pero con distinto tirano.

Destaca el historiador que en “una de esas contradicciones tan comunes en la historia de nuestro pueblo y que solo se explican porque ha carecido de jefes con visión política y no nos ha gobernado nunca la inteligencia, sino el impulsivismo de caudillos ignorantes e irresponsables”, (el subrayado es mío),  a la hora de la verdad, se ¡Dejó fusilar a Morelos como había dejado fusilar a Hidalgo!  Por lo que bien vale recordar que “a la guerra se va a triunfar; se va a destruir al enemigo, no a hacerse mártir.  De allí que en todo el mundo, las derrotas se olvidan así sean gloriosas”.

Con las palabras del destacado pensador mexicano, quiero hacer hincapié en la inutilidad de emprender batallas, luchas o protestas que de origen se saben perdidas de antemano, tal y como ha venido sucediendo en esta país en los últimos años.

Se está a disgusto con que se haya pretendido someter y vulnerar al Poder Judicial, se tenga sobajado y domado al Poder Legislativo, incapaz de hacer la menor enmienda en los ucases enviados desde el Palacio de la risa, del agravio, la insolencia, la irreverencia y la estulticia.

 La persecución de científicos, intelectuales, periodistas, académicos, profesionales y profesionistas de todo tipo y rango, así como el sistemático embate contra instituciones de educación superior y organismos especializados sin que a la fecha hayan provocado una efectiva manifestación de resistencia civil o de protesta nacional, solo nos tienen reservadas situaciones peores.

Pero queda claro que después de las denuncias penales en contra del gobierno federal y del Dr. López Gattel en particular, así como las airadas y lapidarias respuestas de Brozo, Carmen Aristegui, Joaquín López  Dóriga y Carlos Loret de Mola, por haber puesto al descubierto el dispendioso y multimillonario tren de vida  del primogénito presidencial  y su familia, así como el sinfín de depravaciones, abusos y viciosos excesos económicos, financieros y de influencias de varios de sus familiares y colaboradores cercanos, no le han permitido en sus habituales catilinarias matutinas una defensa o justificación medianamente creíble, por lo que se tuvo que recurrir como en la cámara china, a hacer un escándalo aún más grande que el que ya lo abrumó, lo desbordó, lo sobrepasó y su narrativa de honradez, austeridad y humildad quedó destrozada.

El discurso presidencial se ha enredado en un lenguaje fangoso, torpe, vulgar, acusador y despreciable.

Y qué mejor manera de distraer la atención que fabricar un conflicto internacional que no existía, pero que sí afecta a millones de personas tanto de origen como con intereses en España.

Hasta donde llegaremos con un desquiciado en el poder que lo mismo ofende a un Reino que a una República, a un sabio que a un empresario, a una mujer destacada que a una mujer que pide medicinas para sus hijos.

Quiero recordar al Baron de Holbach quien escribió: “el poder nada tiene de halagüeño cuando solo sirve para aterrorizar y atraerse las maldiciones de los hombres”.

O Napoleón Bonaparte quien señaló: “el poder absoluto reprime y selecciona las ambiciones; la democracia las desencadena todas,  sin examinarlas”.

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