Víctor Manuel González Torres y la justicia popular medicinal
A finales de los años ochenta y principios de los noventa comenzó a parecer en una revista emblemática de la política nacional en la página dos, un anuncio que enumeraba una lista de medicamentos y evidenciaba el costo para los laboratorios y la ganancia insultante, significaba muchas veces veinte y hasta casi cuarenta veces o más el precio de su costo.
Esa página que aparentemente pareciera inadvertida, era vista con extrañeza en esa revista, la denuncia de esas ganancias exageradas llevó al señor Víctor González Torres a iniciar un negocio de medicinas luchando por abaratar los costos.
Enfermedades terminales como la de la diabetes significaba un gasto elevado para los familiares, la hemodiálisis implicaba gastos en medicamentos prácticamente desorbitantes, si a eso le sumamos la deshumanización de los médicos que ejercían su profesión enriqueciéndose, el escenario de los medicamentos era triste, dramático y desalentador.
Saber que se tenía a un pariente en fase terminal y cuyos medicamentos empobrecían a la familia – quienes lo sufrimos en los años noventa, recordamos y en silencio en su momento agradecimos – porque aumentaba la desesperación y el dolor, era una pena indescriptible y sin remedio.
En ese escenario González Torres – a quien muchos no conocemos y ni siquiera conoceremos, pero le hace un héroe anónimo – decide comenzar un negocio de farmacias cuyo móvil y motivo no fue enriquecerse – aunque lo logró – pero sí cumplir con una tarea social descuidada por los gobiernos.
Un tema que años después provocara en México voltear la mirada hacia el derecho a la salud incluido en la constitución en 1983 pero que se materializara hasta el sexenio de Peña Nieto con la consolidación del seguro popular, mucho de ello fue por la lucha de Víctor González, en su momento quizá no fuera reconocido, años después, su postulación para presidente de México desvió el inicio de su altruismo original.
En esa misma dirección el grupo de farmacias que fundara González Torres ahora promueve su candidatura al premio Nobel de la Paz, por su labor en beneficio de los enfermos más pobres de México, con el apoyo de la premio Nobel Rigoberta Menchú, aunque es un reconocimiento que se recibe sin buscarlo también merece difundirse.
Lo que no puede negarse, es el resultado de su trabajo por abatir los costos de las medicinas, con sistemas como los descuentos para la tercera edad y los lunes descuentos de medicinas en general.
En su búsqueda del reconocimiento para la obtención del premio Nobel, hay que reconocerle que su labor también ha significado apertura de fuentes de empleo y conservación de medicamentos tradicionalmente populares, que sin su iniciativa estarían destinados a desaparecer, en sus farmacias hay también nombres de medicamentos famosos caídos en desuso y otras marcas que los laboratorios deseaban descontinuar, por no recibir las ganancias a las que estaban acostumbrados, pero las farmacias han logrado mantener su permanencia en el mercado.
También hay que reconocer que gracias a el, los laboratorios se obligaron a sacar medicamentos genéricos a un costo muy razonable.
Como mexicanos estamos obligados a ser solidarios con los mexicanos y particularmente con quién, independientemente de su intención de trascender, no se le puede regatear su contribución a favorecer a quienes más lo necesitan, más allá de las fronteras de México, ojalá que este mexicano, con la solidaridad de los mexicanos, alcance el reconocimiento del premio Nobel de la Paz o de medicina, este último, en la categoría de distribución, finalmente porque el objeto de esencial de la medicina, es salvar vidas y esa tarea sin duda lo ha hecho.
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