En la Ciudad de México, una de cada dos personas mayores de 20 años presenta síndrome metabólico, situación trágica que constituye un grave problema de salud, dijeron en la UNAM integrantes del Departamento de Fisiología de la Nutrición del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMSZ).
Lo anterior, según un estudio aplicado por el INCMNSZ a mil 65 personas. Para superar esta situación, la primera estrategia debe ser una dieta adecuada, sugirieron los expertos.
Se considera que una persona tiene síndrome metabólico cuando presenta tres o más factores: glucosa por arriba de 100 miligramos por decilitro, índice de masa corporal arriba de 30, triglicéridos arriba de 150 miligramos por decilitro, bajas concentraciones de colesterol HDL e hipertensión.
Carlos Labastida, coordinador del Programa Universitario de Alimentos (PUAL), recordó que sobrepeso, obesidad, diabetes y síndrome metabólico son temas que ya no son exclusivos de nutriólogos, dietistas, endocrinólogos y médicos. El Gobierno Federal emitió en noviembre de 2016 la declaración de dos emergencias epidemiológicas: por primera vez en la historia del país, una para una enfermedad no infecciosa: la diabetes, y otra relacionada con el sobrepeso y la obesidad.
Las declaratorias se sustentan en los resultados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino 2016, realizada por el Instituto Nacional de Salud Pública, que señala que tres de cada 10 niños padecen sobrepeso u obesidad; cuatro de cada 10 adolescentes están en la misma circunstancia, al igual que siete de cada 10 adultos, con una prevalencia mayor en mujeres que en hombres.
Al participar en el Seminario Permanente sobre Obesidad y Diabetes, que organiza el PUAL, Nimbe Torres, del INCMSZ y también tutora en diversos programas de posgrado de la Universidad Nacional, refirió que las personas con síndrome metabólico tienen siete veces más riesgo de presentar diabetes tipo 2; de ellas, 80 por ciento fallecerá por enfermedad cardiovascular.
“Por eso es importante la intervención durante el desarrollo del síndrome, pues es reversible, pero la diabetes y la enfermedad cardiovascular, no”, dijo.
Para enfrentar esta situación, remarcó, es necesaria una dieta que contenga alimentos funcionales y prebióticos, baja en grasas saturadas y colesterol. “Un recetario diseñado por los especialistas se puede consultar en la página del INCMSZ, en donde se aconseja qué desayunar, comer y cenar para cuidar la salud”.
Además, prosiguió, es adecuado un ‘portafolio’ dietario, basado en proteína de soya, nopal, avena, semilla de chía, alimentos naturales fáciles de usar, sin efectos secundarios, con índice glucémico bajo, que también son buenos para pacientes con diabetes tipo 2 y más económicos que los medicamentos.
Se ha comprobado que con el consumo de esos alimentos disminuye la resistencia de insulina y la intolerancia a la glucosa, así como las concentraciones de triglicéridos. Los pacientes bajan de peso y medida de cintura; si tenemos una estrategia dietaria nos puede ir muy bien, aunque nuestra genética no ayude mucho.
Armando Roberto Tovar Palacio, también del INCMNSZ, refirió que la obesidad es un proceso que toma años, y durante éste ocurren diferentes alteraciones: resistencia a la insulina, hiperlipidemias, hígado graso e hipertensión, todas ellas consecuencia del desarrollo del síndrome metabólico.
Ciertos alimentos ayudan a enfrentar ese mal. Uno de ellos es la soya, leguminosa con alto contenido de proteína, grasa poliinsaturada, fibra soluble e insoluble, hidratos de carbono y compuestos bioactivos, como las llamadas isoflavonas. “El consumo de proteína de soya genera efectos benéficos como un aumento en la síntesis de ácidos grasos y disminución en la acumulación de lípidos en el hígado, lo que aminora la posibilidad de desarrollar hígado graso”.
Al hablar de la microbiota intestinal, el especialista señaló que en nuestro intestino habitan más de mil especies de bacterias, “y entre mayor abundancia de algunas de ellas, seremos más sanos”. No obstante, una dieta alta en grasas propicia menor diversidad y abundancia de bacterias asociadas a la resistencia a la insulina.
En sus trabajos en el instituto nacional de la nutrición, los científicos han determinado que se generan cambios efectivos en la composición de poblaciones de microbiota por el consumo de compuestos bioactivos dietarios. Los llamados polifenoles, presentes en las uvas, vegetales, cereales, té o vino, interactúan con la microbiota, y a partir de ellos se generan metabolitos con efectos reales en el organismo.
“Uno de esos polifenoles de la soya son las isoflavonas, y de las que más hemos estudiado es la genisteína, que incrementa la abundancia relativa de la bacteria Akkermansia muciniphila, asociada con la mejor sensibilidad para insulina y la oxidación de ácidos grasos”, resaltó Tovar Palacio.
Es posible desarrollar estrategias dietarias para enfermedades y poblaciones específicas. “Nuestra idea es utilizar alimentos propios de la región y disminuir el riesgo de presentar afecciones crónicas relacionadas con la alimentación”, concluyó.