La sexta extinción masiva de especies está más cerca de lo imaginado; por la velocidad a la que se pierden poblaciones de plantas y animales, esta debacle parece inminente en términos geológicos, asegura Gerardo Ceballos, investigador del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM.
En pocas décadas desaparecen las especies que tardarían cientos de miles de años en perderse de manera natural. Se calcula que las tasas de extinción ocasionadas por el ser humano son entre 100 y mil veces más altas que las de los tiempos geológicos.
En un estudio publicado en Science Advances, Ceballos aseguró que de haberse mantenido las tasas de extinción de los últimos dos millones de años, las 477 especies de vertebrados que desaparecieron en el último siglo se hubieran perdido en 10 mil años.
Las cinco extinciones masivas en los últimos 700 millones de años fueron causadas por desastres naturales, como el meteorito que cayó hace 66 millones de años en la península de Yucatán que evaporó 95 por ciento de la vida en el planeta.
“En cambio, la sexta sería consecuencia del crecimiento desmedido de la población humana, del consumo excesivo de recursos naturales y del uso de combustibles como el petróleo”, advirtió el especialista.
Predicción
Según estudios científicos, la aniquilación de la naturaleza por el ser humano es tan grave que si el modelo de desarrollo actual no cambia radicalmente, habrá un gran colapso de la civilización en el año 2050, debido a éste y otros problemas ambientales como el cambio climático.
“De cumplirse esta predicción, a quienes hoy en día tienen entre 10 y 20 años les quedaría poco tiempo. Sería terrible”, subrayó el universitario.
Es posible revertir en un periodo largo el cambio climático y la contaminación por plásticos, pero una especie que se ha extinguido no puede recuperarse; éste es un problema ambiental verdaderamente irreversible.
De 1970 a 2015, cerca de 70 por ciento de todos los individuos de especies de animales silvestres se perdió; es decir, en 45 años casi 70 por ciento de los elefantes, jirafas, rinocerontes, tortugas y peces, entre muchos más, desapareció.
“El ataque a la naturaleza ha sido brutal. Las plantas y los animales silvestres son la base de la vida en la Tierra, y cada vez que una especie se extingue o sus poblaciones disminuyen, la capacidad del planeta para mantener la vida se erosiona”.
México es uno de los países con mayor diversidad biológica, pero también uno de los que enfrenta enormes problemas ambientales que ponen en riesgo a miles de plantas y animales silvestres. El cuidado del ambiente debe ser una prioridad nacional. Así, por razones éticas, morales y filosóficas, pero sobre todo por sobrevivencia, es necesario detener ese proceso. La ventana de oportunidad se está cerrando rápidamente, pero aún estamos a tiempo de actuar, expuso.
Retos ambientales
El también presidente de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar apuntó que nuestra nación tiene varios retos ambientales; uno es el rescate de diversas especies en peligro de extinción, como la vaquita marina.
“La pesca de totoaba, causa indirecta de la muerte de la vaquita marina, es muy lucrativa para la delincuencia organizada de México, Estados Unidos y China. Un kilo de buche de ese pez puede costar hasta 100 mil dólares. Por eso, para salvar a la vaquita, se debe combatir la impunidad de esa mafia”.
De acuerdo con Ceballos, se debe establecer una política pública ambiental sólida y seria, a la altura de los problemas nacionales y globales que enfrentamos.
Un país en crecimiento y con poblaciones necesitadas requiere proyectos de desarrollo, pero no a costa del ambiente. Por ello, recomendó, “con base en la ciencia y la tecnología hay que evaluar y diagnosticar las obras, para tomar acciones correctas sin afectar los derechos de los habitantes y reducir al máximo el posible impacto ambiental.
“Somos la última generación con la posibilidad de evitar un colapso ambiental de magnitudes catastróficas. Lo que está en juego es la sobrevivencia de la humanidad, ni más ni menos”.
Finalmente, el universitario recomendó modificar nuestros patrones de consumo; usar bolsas de papel y de manta cuando se va al súper o al mercado, no de plástico desechable; comprar alimentos cultivados o producidos con la menor cantidad de químicos posibles; elegir productos de limpieza que no dañen a la naturaleza; no adquirir especies en peligro de extinción ni productos derivados de ellas.
No adquirir animales silvestres como mascotas; no desperdiciar el agua; apagar las luces que no se usen; disminuir el consumo de carne, pues el ganado es un gran productor de metano, gas de efecto invernadero.