El racismo es una forma de ejercicio del poder basada en la idea de que los seres humanos estamos divididos biológicamente en razas —que suelen ser asociadas con lo étnico, lo moral y lo intelectual— y que unas son superiores y otras inferiores, por lo que las primeras tienen derechos sobre las segundas.
Mas el racismo, señaló en entrevista la doctora Olivia Gall, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), no es solo una forma de discriminación en la que se lesionan los derechos y las oportunidades de ciertas personas o grupos de una sociedad determinada, “el racismo es una ideología y un conjunto de prácticas que forman parte esencial del ejercicio del poder de algunos grupos sobre otros”.
Recordó que los estados-nación se formaron alrededor de un territorio habitado por una población generalmente diversa y gobernada por un Estado y sus instituciones, y que en cada uno de estos alguno de los grupos étnicos que lo conformaron se convirtió en el más poderoso económica, política y culturalmente, y trató de modelar al país sobre la base de lo que él era.
Además, a fines del siglo XVIII y principios del XIX surgió la idea de que los seres humanos están divididos en razas, y que cada una de estas posee caracteres biológicos específicos que se perpetúan por herencia y se notan a simple vista, por ejemplo, en el color de la piel.
Olivia Gall, coordinadora de la Red de Investigaciones Interdisciplinarias sobre Identidades, Racismo y Xenofobia (2014-2018), añadió que durante parte del siglo XIX y hasta hace poco, y partiendo de la aplicación de la teoría evolucionista de Darwin a la sociedad y de la eugenesia, algunas de las ciencias de la vida dijeron haber demostrado la existencia de las razas como entes biológicos/culturales/morales.
A pesar de esto, sostuvo la investigadora, las ciencias biológicas, en específico la genética y la genómica de poblaciones, han demostrado que desde el punto de vista biológico las razas no existen. Con la secuenciación completa del genoma humano, cuyos resultados se publicaron en 2001, “quedó claro que los seres humanos compartimos 99.9 % de la información genética, y que dentro del 0.1% de las diferencias genéticas entre nosotros, no hay ninguna que confirme la creencia de las razas biológicas”.
La especialista admitió que, si bien esta conclusión es aceptada por la mayoría de los científicos naturales y sociales, de los gobiernos y las sociedades, prevalecen algunos grupos que la siguen alimentando, y hoy se habla de la existencia sociocultural de las razas, como si ella fuera un hecho tan fehaciente como el que se creía era de naturaleza biológica.
Entonces, “si queremos que en el mundo se deje de ejercer poder racista de unos grupos sobre otros, debemos trabajar para erradicar el concepto de ‘raza’, y tener en cuenta que el racismo es un fenómeno complejo al que se debe seguir estudiando desde una perspectiva interdisciplinaria”.
Racismo en México
Gall expuso que durante mucho tiempo en México se negó que había racismo debido a que después de la Revolución de 1910-1920 se fue desarrollando la construcción oficial de una identidad nacional alrededor de la idea de que somos un país orgulloso de estar conformado por dos sangres y culturas mezcladas, la española y la indígena.
“Así, se ha creído que no podemos ser racistas, en especial si nos comparamos con otros países, como Estados Unidos o Sudáfrica, que se desarrollaron sobre el principio racial y cultural de preservar `la sangre y la cultura blanca´ como esencia de la nación”.
Sin embargo, tras más de veinte años de investigación, la integrante de la Academia Mexicana de Ciencias y sus colegas han identificado que en el país sí hay racismo en contra, sobre todo, de los indígenas, de quienes se considera se quedaron rezagados porque no ingresaron al proyecto modernizador y asimilacionista mestizo; de los afromexicanos, liberados de la esclavitud en 1822, pero que no fueron considerados como una de las vetas de “sangre y cultura” sobre las que se construyó el mestizaje mexicano.
La construcción ideológico-política mestizante nunca tomó en cuenta que, en el momento de la Independencia, la conformación étnica de la población ante la que se encontraron los líderes liberales era diversa: 2% españoles peninsulares, 10% afrodescendientes, 60% grupos indígenas diversos, 27.8% mestizos, 0.2% de inmigrantes de diversos orígenes, de acuerdo con cifras del médico y antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán.
Los afrodescendientes que se refugiaron primordialmente en las costas de Guerrero, Oaxaca y en algunas zonas de Veracruz han vivido en una situación de marginación porque no se les han reconocido ni dado los derechos de tipo cultural o étnico que tienen los pueblos indígenas a partir de la instauración de la legislación de la multiculturalidad de los años 90, resaltó la doctora en Historia Política por el Institut d´Études Politiques de Francia.
“En 2015, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía llevó a cabo una Encuesta Intercensal en la que se les preguntó a los mexicanos de todo el país si se consideraban ‘negros, afrodescendientes, afromexicanos o en parte una de esas tres categorías’, o si se consideraban indígenas. Un millón 400 mil personas, distribuidas en todo el territorio nacional, respondieron que se consideraban dentro de alguna de estas categorías. Eso fue una sorpresa para los/las mexicanas que pensaban que en México no hay ciudadanos de piel negra y para los especialistas, quienes calculaban en no más de 500 mil los integrantes de esta población”, destacó la investigadora.
Pero en México también existe un racismo en contra de muchos mestizos, sobre todo en contra de aquellos que son pobres, de piel oscura y/o no tiene formación educativa. Así, aunque no sean indígenas o afrodescendientes, sufren desprecio, maltrato y en ocasiones violaciones a sus derechos.
Olivia Gall hizo un llamado a estudiar el racismo como un tema prioritario, que va más allá de la discriminación por color de piel. “No debemos quitar el dedo del renglón, ya que el racismo, que varias veces se ha creído moribundo, nos muestra cómo renace con fuerza en todo el mundo con caras y máscaras viejas y nuevas, muchas de ellas violentas”.
Además, agregó la especialista, el tema está ligado al de la xenofobia —que se define como el miedo, rechazo u odio al extranjero que viene de otros países— que se presenta en el mundo, incluyendo nuestro país, parte de cuya sociedad y autoridades han mostrado sentimientos y acciones xenófobas y racistas en contra de los migrantes centroamericanos que huyen de situaciones de extrema violencia, injusticia y miseria.