Por Rosalío Morales Vargas

EL PASO, Texas, Brotó el horror en la canícula de agosto. Furor e intolerancia, pasmada la frontera por irrupción de cóleras racistas. No, no es un hecho aislado, o eventual incidente solitario; ahora fue en El Paso, ayer en Charleston, Newtown y Columbine; en Colorado y Texas, en Carolina y Connecticut.

¿Dónde sigue la orgiástica andanada?

Encono y felonía en bitácoras abyectas, infierno furibundo de hombres huecos, desprecio amotinado, un vendaval de afrentas corrosivas,

perturbación del alma enajenada, fascinación por la violencia y muerte de inocentes; las ráfagas de insania en acechanza.

Traficantes del odio y mercaderes de las armas en regocijo impío.

Rampante xenofobia alienta la barbarie desde el cenit de los poderes del imperio.

De los oscuros sótanos de la Casa Blanca, hasta los serpenteantes meandros del Pentágono, las infectas entrañas del supremacismo

incuban y alimentan el corazón de las tinieblas.

No puede ser inevitable esta insultante evocación de sombras,

macabra sordidez de los abismos.

Debemos detener los rituales de sangre y baraunda de armas.

Impidamos que repte lo más viscoso y ruin que se anida en los cerebros alienados.

No puede ser un derrotero trágico fragmentado en añicos el caminar humano por la vida.

¿Estaremos a tiempo? Porque estalló el horror en la canícula de agosto.

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