Los tatuajes son una práctica antigua, cuyo origen está documentado hace cinco mil años; actualmente tienen una resignificación identitaria, aseguró el investigador del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, Héctor Castillo Berthier.
“Ötzi, la evidencia más antigua de pigmentación subdérmica permanente, data de hace cinco mil 300 años. Fue un personaje momificado por congelamiento que estuvo a menos 40 grados durante ese largo periodo y fue encontrado en los Alpes de Ötztal, Italia”, señaló.
Hoy se encuentra resguardado en el Instituto de Momias en Italia, lugar donde se conserva su piel, órganos, vestimenta, herramientas y donde contabilizaron que tiene 61 tatuajes.
De acuerdo con el coordinador de Estudios sobre la Juventud del IIS, los tatuajes tenían una estratificación social; en la antigüedad eran utilizados para distinguirse entre diferentes grupos étnicos o como símbolo de prestigio. Etimológicamente la palabra proviene del vocablo tataú de los maorís de Nueva Zelanda, que significa golpear.
El especialista explicó que esos primeros dibujos eran rayitas para identificarse, algún nombre significativo o dibujo como un barco para los marineros.
“Del siglo XVII a la mitad del siglo XX hay un fenómeno de rechazo y estigmatización para las personas tatuadas, ya que se tenía la idea de que quien portaba un dibujo en el cuerpo era delincuente o que había estado en la cárcel, pero eso ha cambiado en la actualidad”. Hoy existe una resignificación que es identitaria totalmente. Ahora es bien visto, que hay jugadores de fútbol, artistas y un montón de gente que está tatuada; dejó de ser mal visto”, comentó Castillo Berthier.
Esta resignificación inició a finales de los años cincuenta con las movilizaciones juveniles que empiezan a identificar el cuerpo como una manera de expresión, de convivencia, donde los tatuajes comienzan a proliferar y adquieren un simbolismo como nueva forma de identidad.
“Hay algunas bodas a las que acudes y contratan a un tatuador que hace una pequeña figurita en tu mano o brazo, colocando algún símbolo relacionado con los novios para que nunca olvides que fuiste esa boda. Entonces esta identificación identitaria del tatuaje, tiene una nueva vida y forma de expresión”, explicó el investigador.
Dibujar el cuerpo es una práctica que va en aumento. Aunque no hay una cifra oficial, se estima que en 2002 había mil profesionales de la tinta en nuestro país; en 2019 sumaban seis mil, de acuerdo con Organizaciones de Tatuadores en México.
Algunos de ellos iniciaron en esta actividad solo por probar o por necesidad, pero hoy la mayoría son artistas con una formación, que ven en la piel un lienzo.
Al respecto, el investigador universitario afirmó que los tatuadores son profesionales que se relacionan en la industria como profesión y al mismo tiempo encuentran una forma de expresión artística. “Hay miles de tatuadores, pero dentro de ellos hay muchos que son verdaderos artistas en su trabajo, lo profesionalizan y lo hacen de una manera espectacular”.
En el contexto global, Italia es el país con más personas tatuadas en el mundo, 48 por ciento de su población cuenta con al menos uno; seguido de Suecia, Estados Unidos, Australia y Argentina, que tienen de 43 a 47 por ciento. En México, 32 por ciento de la población se realizó al menos uno.
Un artista de la tinta
Enrique Ruiz es artista visual egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, hoy Facultad de Artes y Diseño de la UNAM, y tatuador profesional desde hace ocho años. A temprana edad mostró su gusto por las modificaciones corporales y los tatuajes, y sin planearlo, encontró en esta industria una profesión.
Para el joven artista de 31 años, se trata de un arte tanto desde el punto de vista de quien tatúa como de quien es tatuado. “Es expresarte, es regalarle un poco de tu trabajo, de tu pasión, de tu tiempo, de tu esfuerzo a otra persona que en lo ideal lo va a conservar por el resto de su vida”, aseguró.
Clientes y amigos conocen a Enrique como Holy Bitch, quien inició su estudio de tatuajes por falta de oportunidades laborales y encontró su pasión.
Sabe que como cualquier profesión tiene que actualizarse y ha tomado diplomados de anatomía artística en la Academia de San Carlos para dar realismo a sus diseños. Se especializa en cubrir tatuajes y retratos. “Debemos expresarnos o crear un estilo que nos identifique y que nos pueda marcar como un tatuador específico”, aseguró.
Celebró que la industria crezca, que dibujar el cuerpo sea reconocido como un arte y que cada vez más tatuadores busquen la profesionalización, pero recordó que aún persiste el reto de ampliar la regulación sanitaria de los estudios y con ello garantizar la seguridad y salud de las personas.
Para finalizar, Castillo Berthier opinó: “si algo ha favorecido el desarrollo del tatuaje es esta individualización de nuestra cultura personal. Si están pensando en realizarse uno, háganlo con mucho cuidado y elijan correctamente el lugar”.