*Sin aeropuerto, AMLO no despega

A partir de que fue electo, Amlo nos convenció a muchos escépticos. Parte porque no había de otra y parte porque su actitud de liderazgo propositivo nos dio el pretexto para darle vuelta a la página e imaginar un México justo y honesto enfilado hacia el progreso.

El líder no genera el avance, es tan solo el elemento que aglutina, coordina, inspira y dirige. El avance lo realizamos los ciudadanos cuando vemos señales claras, coherentes, congruentes y atinadas. El progreso es resultado del esfuerzo alineado de la sociedad, no la consecuencia de un decreto o de una buena intención.

Estamos percibiendo un extraño ruido en el ambiente, una sorda interferencia que podría trabar el flujo de la sinfonía que apenas comienza. Se escucha una serie de extrañas señales encontradas que podrían dar al traste con este acuerdo tan importante que hemos hecho, informalmente, la mitad que no votamos por él con la mitad que sí le voto.

Se entiende y es muy acertado, que es prudente revisar los contratos del nuevo aeropuerto para cerciorarse que no haya "sorpresas".

El nuevo aeropuerto es un proyecto avalado y sustentado por estudios serios e incuestionables, además, será un creador de riqueza que transformara, si se hace bien, a la capital de la República.

Empezamos a escuchar argumentos en contra del proyecto que suenan huecos, falsos, sin sustento, sin lógica. Parecen ocurrencias que desnudan fallas graves en el proceso mental de los que las esgrimen.

Comparaciones confusas que serán rematadas en una consulta popular. O estamos viendo una retorcida maniobra "política" de altísimos vuelos para “salvar cara” y autorizar un proyecto que se atacó en campaña o de plano estamos ante un proyecto que juega con el desorden para transformar la realidad.

La dispersión de las secretarias, el tren maya (hermoso sueño faraónico que nos va a salir, ese sí, carísimo, con un beneficio muy cuestionable), la reducción de sueldos, la eliminación de puestos clave, de plano no se sostienen ante un análisis medianamente riguroso, pero esos van porque van y sin consulta.

Lo de la venta del avión presidencial y de la enorme flota aérea del gobierno para el transporte privado de los funcionarios puede ser, dadas las circunstancias actuales, un enorme acierto político. El presidente andará en campaña todo el tiempo, la gente se retratará con él y le aplaudirá en las terminales.

El tiempo "perdido" en los aeropuertos será compensado por la enorme utilidad política que obtendrá y, a fin de cuentas, es a lo que más tiempo le dedican los políticos, ¿o no?

El asunto de la seguridad si me impide conciliar el sueño, es un tema demasiado serio para resolverlo con veinte ciudadanos bien intencionados. Escuché, ya no al candidato, sino a su futuro Secretario de Seguridad, Lic. Durazo, repetir eso de que "el pueblo lo va a cuidar". No es broma, aquí hay algo que no entiendo o ellos saben algo que yo no imagino.

Por decencia democrática, estamos obligados a jalar parejo con nuestro presidente entrante y a darle el beneficio de la duda ante sus propuestas, sinceramente espero que funcionen.

No olvidar que cuando nos brincamos las leyes más elementales del universo, caemos en la espiral descendente del caos, y eso, no es bueno.

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