*La Patria siempre será primero (lo que se pueda salvar)
Fueron electos antes del 2018 y provienen de diferentes partidos: PAN, PRI, PRD, MC y un independiente. Son gobernadores de Estados Libres y Soberanos federados a la República Mexicana según consta en la Constitución de 1824, la que se promulgó después del derrumbe del Imperio Mexicano, denominación con la que iniciamos nuestra vida independiente.
En 1823, las provincias de dicho Imperio decidieron erigirse en Estados Libres y Soberanos, redactaron sus Constituciones y formaron una República Federal Representativa que llamaron Estados Unidos Mexicanos.
Los gobernadores tienen la enorme responsabilidad de negociar con los poderes Federales los recursos de los diversos ramos que son indispensables para llevar a buen término las gestiones de inversión y bienestar para su población.
El presupuesto es el corazón de un gobierno, lo demás son buenas intenciones.
Son diez y ya gobernaban cuando en el 2018 se escuchó el grito de la ciudadanía exigiendo un cambio radical en la manera de llevar los asuntos del país. No más dispendio, no más corrupción.
Algunos Gobernadores de inmediato buscaron adaptarse. Los postulados que esgrimía el actual presidente de la República no eran ajenos a los ideales de todos los ciudadanos y de todos los Gobernadores.
Las dudas estaban en si el presidente electo iba a ser capaz de cumplir lo que prometió en campaña, si tenía la capacidad organizativa para montar un operativo que rescatara a la Nación de los males añejos que le impedían crecer y lograr justicia, si el abanderado de Morena podría acotar la corrupción y resolver el estancamiento económico.
Hablar es fácil, lo complicado es delinear acciones que materialicen las ideas.
El candidato triunfador prometió pacificar de inmediato al país decretando el fin de la delincuencia organizad. Pan comido, no tenía mayor ciencia, ya podíamos trazar un antes y un después, México por fin había cambiado.
Miguel, Enrique, Javier, Jaime, aguantaron rechiflas en sus propios estados cuando recibían al presidente electo en sus primeras giras. Los ciudadanos envalentonados, alentados por la incipiente estructura territorial del partido del presidente, buscaban chivos expiatorios para descargar su ira.
Para Silvano, José, Francisco, José Ignacio, Diego Sinhué y Martin, también se fueron complicando las cosas. El presidente nombró a Delegados Estatales que fungirían como virreyes y se prepararían para ser candidatos a gobernar los Estados, iban a contar con los recursos para hacerlo.
Se cancelaron inversiones importantes y se delinearon otras de muy dudoso empaque. El primer presupuesto anual dejó en claro que fuera del Sureste, no había más país. El segundo presupuesto confirmó las peores expectativas. Ahora que el tercer presupuesto está por negociarse, que fueron extinguidos los fideicomisos, queda ratificado que no hay nada para el norte, casi nada para el centro y todo va para el sureste en proyectos que a todas luces serán deficitarios, destructores netos de riqueza.
La templanza de los Gobernadores hizo crisis con la epidemia de Covid. Han tenido que estirar los presupuestos abusando de la imaginación y creatividad de sus equipos de trabajo para sobrevivir con recortes sobre recortes al presupuesto.
Decidieron, después de meditarlo mucho, unirse en una Alianza Federalista que se esforzaría por evitar la destrucción del orden Federal en manos de prácticas Centralistas.
Los gobernadores han decidido asumir su responsabilidad y enfrentar con gallardía, con pundonor, con responsabilidad, el desprecio y el abandono con el que el Gobierno Central trata a los Gobiernos Estatales de la Nación. Arrinconados por el arbitrario austericidio de las finanzas nacionales, por la inclemente discriminación que sufren a la hora del reparto del presupuesto, se dieron cuenta de que no tienen otra opción.
Casi nadie acepta que una parte de la República se separe, que una provincia o estado deje a la Federación abandonando el Pacto Federal. Sin embargo, todos estamos de acuerdo en que una colonia explotada, ninguneada, humillada, se emancipe, se libere del yugo opresor, abandone la humillante situación.
Cabe la pregunta de si a la luz de la reciprocidad fiscal y después de analizar los recursos que los Estados de la Alianza Federalista aportan al presupuesto Nacional y se compara contra los recursos que la Federación gasta o invierte en dichos Estados ¿Éstos son tratados como miembros de una Federación o como simples colonias explotadas a las que se les extrae la renta, pero no se les reintegra lo suficiente para que puedan sobrellevar con dignidad su destino?
Esta pregunta es clave.
Los Gobernadores conocen la respuesta y la población de los Estados que gobiernan también. Este Gobierno Federal, Centralista, ha traicionado los principios Federalistas con los que se fundamenta el orden Constitucional de nuestro país.
Enfrentan los diez Gobernadores de la Alianza una disyuntiva muy sencilla pero muy perturbadora.
El barco se hunde, es posible salvarlo en su totalidad o es momento de rescatar a tiempo las partes que están bajo su mando. Hay que salvar a los Estados, los más posibles, los que cada quien tiene a su responsabilidad, del naufragio que amenaza con destruir el país y convertir a la Nación en un remedo de pequeño municipio administrado por un ignorante soberbio y mal intencionado.
Son tiempos difíciles, tiempos de definición. Bien hacen los Gobernadores Aliancistas en pedirle a la población cerrar filas. Estamos a tiempo, el presidente aún puede reconciliar al país. La Patria, lo que se pueda salvar, es primero.