(Del Banco Mundial para Grilla en el Poder) En los debates sobre cómo pagar la creciente factura de la lucha contra el cambio climático, muchos se preocupan por saber dónde podemos encontrar el dinero. Hay motivos para inquietarse.
En el marco del Acuerdo de París (i), los países más ricos del mundo reafirmaron su compromiso de movilizar al menos USD 100 000 millones en financiamiento climático anualmente para ayudar a los países en desarrollo a adaptarse al cambio climático, invertir en energías renovables y lograr un desarrollo con bajas emisiones de carbono. Pero conseguirlo es una tarea en curso.
Al mismo tiempo, hay una manera de movilizar grandes sumas de dinero para el clima: los subsidios.
Cada año, el mundo destina enormes montos de dinero para subsidios a la agricultura, la pesca y los combustibles fósiles, a menudo ineficientes y perjudiciales para el medio ambiente. ¿De qué cantidad estamos hablando? Se trata de una cantidad gigantesca.
En el nuevo informe del Banco Mundial titulado Detox Development: Repurposing Environmentally Harmful Subsidies (i) (Desarrollo depurativo: Reorientación de los subsidios perjudiciales para el ambiente), se especifica la magnitud de las subvenciones mundiales y se plantea que existe la oportunidad de reorientarlas.
Para subsidiar el consumo de combustibles fósiles, los países gastan alrededor de seis veces el monto que prometieron movilizar al año, en virtud del Acuerdo de París, y esto exacerba el cambio climático, la contaminación atmosférica, la desigualdad, la ineficiencia y el aumento de las cargas de la deuda.
Reorientar estas subvenciones podría liberar, como mínimo, medio billón de dólares anuales, una cantidad que se puede destinar a propósitos más productivos y sostenibles.
Los subsidios a los combustibles fósiles son solo una parte de la sobreabundancia de subvenciones en el mundo. Al agregar el gasto público directo en agricultura y pesca, se obtiene una cifra de USD 1,25 billones al año, aproximadamente el tamaño de una economía grande, como la de México.
Pero eso no es todo. El verdadero costo de las prácticas nocivas relacionadas con los subsidios a la agricultura, la pesca y los combustibles fósiles no se mide por completo contabilizando simplemente los gastos directos. También se deben incluir los subsidios implícitos.
Estos representan los efectos en las personas y en el planeta, como la contaminación, las emisiones de gases de efecto invernadero, la congestión vial y la destrucción de la naturaleza, que no son pagados por quienes los causan. O sea, constituyen un subsidio a los contaminadores. Los subsidios implícitos y explícitos, en conjunto, suman más de USD 7 billones anuales, que se gastan de maneras que causan efectos dañinos no deseados y que socavan nuestros esfuerzos para combatir el cambio climático. Para poner en contexto esa enorme cifra: llega a alrededor del 8 % del valor de la economía mundial.
Sin embargo, no se trata solo del dinero. Poner fin a estos subsidios descomunales también sería bueno para las personas y el planeta. La quema de petróleo, gas y carbón causa 7 millones de muertes prematuras (i) anuales en todo el mundo debido al aire tóxico que respiran las personas, una cifra impactante si se tiene en cuenta que es alrededor de la misma cantidad de personas que han muerto por la COVID-19 (6,9 millones, según la Organización Mundial de la Salud [OMS]). Esa carga recae principalmente sobre los pobres. Reorientar los subsidios literalmente salva vidas.
En el sector de la agricultura, los subsidios, que superan los USD 635 000 millones al año, conducen al uso excesivo de fertilizantes que deterioran el suelo y el agua, y perjudican la salud de los seres humanos.
Las subvenciones destinadas a productos como la soja, el aceite de palma y la carne de res provocan que los agricultores avancen sobre los límites de las zonas forestales, y son responsables del 14 % de la pérdida de bosques cada año.
Aunque, en teoría, los subsidios tienen por objeto aumentar la productividad y respaldar los medios de subsistencia rurales, en la práctica suelen producir el efecto contrario. Al distorsionar las decisiones sobre los cultivos y los insumos, los subsidios reducen la eficiencia, en otras palabras, conducen a que más insumos produzcan menos alimentos. Y dado que las subvenciones agrícolas suelen estar vinculadas a la producción, benefician en su mayoría a los agricultores más ricos.
Los subsidios a la pesca, que sobrepasan los USD 35 000 millones al año, son uno de los principales factores que provocan la disminución de las poblaciones de peces, el crecimiento excesivo de las flotas pesqueras y la caída de la rentabilidad.
Más de 1000 millones de personas pobres dependen de los peces, como principal fuente de proteína de origen animal (i), por lo que es fundamental restaurar las poblaciones de peces del mundo a niveles saludables. Por ello, me alegró saber sobre el histórico Acuerdo sobre Subvenciones a la Pesca de la Organización Mundial del Comercio (OMC) adoptado en junio de 2022, en el que los principales Gobiernos acordaron poner fin a los subsidios a algunas actividades pesqueras perjudiciales e insostenibles. Si bien se trata de un gran avance, aún queda mucho por hacer para resolver completamente este problema.
Entonces, ¿qué pueden hacer los Gobiernos para tener éxito? Lo más importante es que la reforma de los subsidios no puede hacerse a expensas de los pobres. Las transferencias monetarias y en especie —como los cupones de alimentos o el acceso a servicios gratuitos— pueden ayudar a los grupos vulnerables a amortiguar los impactos de las crisis.
La reforma debe implementarse en etapas y evitar grandes perturbaciones de los precios como consecuencia de la eliminación excepcional de los subsidios. Esto permitiría a los hogares y las empresas adaptarse gradualmente. Otro paso importante es acreditar cómo se reinvierten los ingresos liberados para apoyar las prioridades de desarrollo, como la salud y la educación.
Los gobiernos también deben promover la aceptación pública a través de una comunicación transparente. Esto es especialmente necesario cuando existe un alto riesgo de que grupos de interés poderosos intenten desbaratar las reformas, que es casi siempre el caso.
Con una sólida comprensión de los obstáculos, una mayor atención en la economía política y un plan bien concebido, es posible reorientar los subsidios y proporcionar más recursos a las personas para que tengan una vida mejor en un planeta más habitable . Depuremos el desarrollo ahora.