Debido a que cada vez es mayor la concentración de personas en las ciudades, tendencia que continuará, es necesario implementar alternativas de producción de alimentos para satisfacer la demanda local, aprovechar mejor los espacios públicos, alentar las cadenas de producción, reducir el impacto ambiental y generar empleos mediante la agricultura urbana y periurbana, coincidieron especialistas de la UNAM y de instituciones educativas internacionales.
Superada la pandemia, es necesario enfatizar en el derecho a la alimentación adecuada y sana, donde el Estado participe de manera más activa mediante el impulso a procesos de participación, cadenas alimentarias y valor de los sistemas agroecológicos alrededor de las ciudades, aseguró Gerardo Torres Salcido, del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM.
Al ofrecer la charla "Los sistemas agroalimentarios localizados en la pandemia y la postpandemia. ¿Cuáles alternativas de política pública?”, organizado por la Universidad Austral de Chile y que invitó especialmente a Torres Salcido a participar en el encuentro, precisó que el sistema agroalimentario mundial ha llevado a la pérdida de la biodiversidad y amenaza a la integridad ecológica.
Ante expertos reunidos en el coloquio “Mercados costeros y sistemas agromarino-alimentarios localizados. Contribuciones socio-antropológicas para el desarrollo territorial en el sur de Chile”, el investigador universitario dijo:
“Más del 90 por ciento de las variedades de cultivo que alimentaban al humano han desaparecido y 690 razas de ganado se han extinguido. De tal forma que hoy dependemos de 15 especies de cultivo y ocho variedades de animales”.
El experto en Desarrollo Rural y Sistemas Agroalimentarios explicó que a partir de los años 60 especialistas han advertido la necesidad de impulsar la producción de alimentos provenientes de la agricultura orgánica cuyo origen sea el ámbito familiar, indígena, campesino y afroamericano, sin el interés de exportación.
Consideró además que se requieren alentar las cadenas de producción como ventas directas en finca, trueques, ferias, tianguis, reparto a domicilio o agricultura apoyada por la comunidad.
En América Latina hay proyectos de este tipo como es el caso de “Encuentros del campo a la ciudad”, en Chile (2011), el cual cuenta con el apoyo de la Universidad de Humanismo Cristiano; la Feria Verde, en Costa Rica, impulsada a partir de 2010 por la organización no gubernamental AAMOR y la Red de Universidades Montpellier y Laval; Familia de la Tierra, en Colombia, 2011, en apoyo a empresas.
En México está el Mercado Alternativo Tlalpan, impulsado por la Universidad Autónoma del Estado de México, así como el Tianguis orgánico de Chapingo, con ayuda de la Universidad Autónoma de Chapingo.
Torres Salcido dijo que es imperativo partir de un enfoque y estructura de derechos a fin de asegurar una alimentación sana, nutritiva y diferenciada, el uso racional de la agrobiodiversidad como mecanismo para disminuir la vulnerabilidad de algunos grupos de la población y asegurar sus garantías inalienables.
Para lograrlo, el investigador sugirió construir políticas públicas con enfoque de derechos, universalidad y corresponsabilidad de los actores, e impulso a iniciativas sociales para construir sistemas sostenibles de producción.
Alternativas
Por otra parte, durante la segunda sesión del “Seminario Internacional: Alimentación y sustentabilidad en las ciudades”, organizada por la Coordinación Universitaria para la Sustentabilidad, Héctor Ávila Sánchez, del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM, aseguró:
Una opción para satisfacer esta demanda es la agricultura urbana y periurbana, alternativa que existe, pero no se ha desarrollado suficiente en México; uno de sus beneficios es que contribuye en la producción de alimentos en el ámbito local.
En la charla “Agricultura Urbana y Periurbana, Seguridad Alimentaria y Sustentabilidad”, mencionó que un estudio realizado por Iveth Moreno Gaytán, del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM, en 2018, reveló que la gente dedicada a esta actividad fomenta el consumo de alimentos sanos y fortalece el poder de decisión sobre lo que se consume.
Ávila Sánchez, quien es doctor en Geografía, precisó que incorporan alimentos a la dieta de familias marginales y/o pobres, ayudan a reforzar el tejido social y la vida comunitaria; sobre todo, a la rehabilitación en espacios de alta violencia social, como El Molino, en Iztapalapa.
De igual manera, a la recuperación de espacios públicos inutilizados, como el Huerto, además de la gentrificación, es decir, la rehabilitación urbanística y social de un sitio deteriorado.
El también profesor del posgrado en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM enfatizó que esta labor debe superar varios retos, pues aún existe desconocimiento del alcance y potencialidad que tiene en administradores y planificadores territoriales.
Es necesario, añadió, integrar los mercados mediante negociaciones directas con restaurantes y/o pedidos específicos, mayor promoción en los barrios o comercios cercanos, ya que hasta el momento existe un acceso limitado de estos productores a los apoyos financieros y materiales que podrían otorgar los gobiernos.
A esto se suma que se debe regular la tenencia de la tierra, pues la agricultura urbana suele realizarse en espacios públicos o recuperados por las comunidades; además de que en las zonas periféricas existe presión de empresas que buscan convertir las tierras en desarrollos habitacionales, abundó el especialista.
En el encuentro también participó José Álvaro Hernández Flores, del Centro de Estudios Demográficos Urbanos y Ambientales, catedrático Conacyt de El Colegio de México, quien reconoció que en medio de la pandemia y las restricciones de movilidad, la agricultura urbana y periurbana cobró cada vez más importancia.
El último informe de las ciudades del mundo, publicado por la ONU en 2020, advierte que 55 por ciento de los habitantes del planeta vive en alguna zona urbana y para mediados del presente siglo siete de cada 10 personas establecerán su residencia en alguna urbe, destacó.
Finalmente, Matías García, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), así como Nathan McClintock, del Centre Urbanisation Culture Société del Institut National de la Recherche Scientifique, en Montréal (Canadá), compartieron experiencias de este tipo de agricultura en Argentina, donde hay más de ocho mil hectáreas dedicadas a cultivos hortícolas, en tanto que en las zonas periurbanas y urbanas se registran quintas (zonas de cultivo) de hectárea y media que emplean a aproximadamente tres mil 800 horticultores, principalmente de origen boliviano.