El presidente de México desperdició la oportunidad de convocar a la unidad de los mexicanos, reconocer la gravedad de la crisis que vivimos y anunciar medidas extraordinarias para enfrentar la pandemia.
Hay un extravío en las prioridades: éstas deben enfocarse hoy en aliviar la enfermedad de las familias y defender el ingreso en los hogares.
El mensaje careció de profundidad y de amplitud.
En el tema de salud no se hizo sino un recuento de acciones, pero se dejó de lado los temas que más afligen a las familias:
- Aplicación masiva de pruebas.
- Adquisición de ventiladores, equipo médico y medicinas.
- Reconversión hospitalaria y de espacios públicos.
- Recursos extraordinarios para las entidades y enfrentar juntos la epidemia.
En el tema económico no hubo anuncios de apoyos ni a trabajadores, ni a desempleados ni a empresas.
Ni una palabra a incentivos fiscales, treguas tributarias, ni programas contracíclicos.
Se apuesta a hacer más de lo mismo, pero recargado.
La ilusión de que el Estado mexicano puede generar por sí mismo 2 millones de empleos es el mejor resumen de la desconexión entre propósitos y realidades.
La declaración de que reduciendo sueldos, cancelando aguinaldos y terminando de consumir el ahorro de los fondos para ampliar los programas existentes es, o un engaño, o una confesión de incompetencia.
No se vio hoy a un jefe de Estado.
Continúa la división, la polarización y la anteposición de intereses de partido por encima del interés público.